jueves, 18 de noviembre de 2010

Y así fue

Como se acercaba el final y lo sabías...
Tú y yo, ya no podríamos volver a ser lo que éramos; almas inseparables...
Oía el tema de Camille que tanto me gusta, el que sale en Trèsor, y entonces tú me dijiste que me habías escrito una carta.
Esas insistencias, esa preocupación...dime, ¿llorabas?
Yo leía, con dolor, la carta en la que me decias que imaginara su olor a perfume antiguo, que imaginara que esto es una pesadilla de la que despertaría despacio y dulcemente con el pensamiento de que en realidad me estarías esperando a las 10 bajo el almendro, como todas las mañanas, leyendo un libro de tu abuelo tan antiguo como los años que suman todos los santos.
Yo imaginé sin embargo que olía al amargo jarabe que tomabas, de raíz de eucalipto, cuando te dolía la cabeza y estabas cabreado...y aun así quedabas conmigo. Te ibas enseguida, porque no aguantabas más...pero te ibas y yo me sentía triste sin tí.
Imaginaba ese olor y, mientras, leía tus palabras como espadas, como cornadas, como embestidas de una hoja de metal dentro de mi vientre...
No recordaba ni mi nombre. Sólo tenía el tuyo en mi cabeza.
Ahí escribiste con tu letra de personalidad dócil y amistosa cómo me amabas, y cómo te dolía que te tuvieses que ir. En realidad cuando te veía, solo nos mirábamos y tal vez colaba un beso divino de esos de los tuyos, mi amor...pero no puedo dejar de pensar en ellos a pesar de que te hayas ido.
Ahora tu y yo somos amigos, pero yo te quiero y no podré olvidarte nunca, ni a ti, ni al perfume antiguo que los dos compartíamos y amábamos, ni tu olor a jarabe que usabas cuando, aun medio muerto, venías a amarme otra vez...

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