Hoy olí una flor, por donde ya habías pasado tú. Y esa flor había tomado de tu paseo la fragancia del aire que pasaba por el impulso de tu caminar. Olían tan deliciosos sus pétalos...me rememoraba a la textura de tu piel suave y absolutamente agraciada por tu físico de ángel.
Y es así siempre. Con tu caminar, toda escena se convierte en un bodegón barroco. Cuando te siento cerca siento ganas de parar el tiempo, o por lo menos que te des cuenta de que yo no quiero soltarte, ni quiero que mires la hora. Sólo quiero que me mires. O que estés demasiado cerca como para mirarme.
Quizás si sintieses lo mismo que yo, No tendría por qué estar tan molesta de que solo pueda conformarme con olerte y poner de excusa una flor. O abrazarte. O darte un beso. Cualquier cosa.
Mi sutilidad no te llega lo suficiente.
Debe ser que ni aun perteneciéndote mi corazón, aunque te lo jurase, tú vas a seguir sintiendo algo totalmente distinto.
Por eso lo llamo, el dolor de amarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario