jueves, 20 de junio de 2013

Arabesque

Los ojos son como dóciles nenúfares sin flor, veraniegos, sobre el agua.
Me miro en el agua. No soy valiente como para mirarme a mí mismo. La naturaleza es más tímida consigo misma que con los demás. Por eso no se conoce nadie así mismo en persona.
Pero puede reconocerse entre el reflejo del nenúfar, que le tapa un trocito de hombro, así como los pétalos enturbian el agua....Somos seres acuáticos. Etéreos, mortales, livianos para la pesada Madre Tierra. Danzamos entre nenúfares, luchamos como fieras y aguantamos como peces abisales la respiración entre las sensaciones (acuosas, muy acuosas, si no son mentira) más fuertes del mundo, como el estirarnos al despertar o el desayuno con un solo rayo de luz matinal.


Y bajo la pintura del ansioso pintor, ¿qué hay en sus cuadros ex professo? ¿pinta nenúfares para que no muera su reflejo? ¿pinta flores, como la cuerda hispanoamericana llamada filósofa (diosa de las flores eternas) para que no mueran? ¿Qué pinta la vida? ¿quién es el pintor de la vida si no existiera donde verla?
No se mira cuando bosteza. Ese día sólo desayunó con un rayo de luz y se estiraba constantemente. Pobre pintor, qué grande es y qué pronto bosteza  a las 18:56 de la tarde, esa hora perfecta que no es ni noche ni día, sino preludio de un aplauso después de una agitada obra vitalista. 




Sólo entonces una bailarina sabrá dónde caminar. Porque bajo las aguas ya no existe su silueta. Entonces deberá encontrar un cristal donde sumergirse en si realmente tiene la mujercita cara de artista. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario