Mi esposa hindú

Con su frente dorada caminaba hacia delante
olía las flores,
se miraba su henna
como una flecha literal en el corazón y
sus brazaletes de cuando soltera.
Abandonó sus andares para montar
sobre un grandioso elefante,
pintado de dulzura de tul rosa.
El novio harto de esperar
desesperó y la agarró con los ojos,
y le arrancó una tímida sonrisa
que se la volvió a arrejuntar a
esa cara de oro
con su respetuoso collar de flores:
Le prometió Dharma, 
Praja eterno,
Krama sensual.
Callaron, pudorosos aletearon sus labios
y siguió esta boda hindú.















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