Una vez, hace algunas Eras de esta tierra, había un hermoso rey que amó a una plebeya del reino.
El viento daba en la cara a la joven , que recogía sus cabellos negros llenos de hojas a recoger agua al pozo.
Y entonces se acercó el rey, y ella se arrodilló. Él dijo:
-No os arrodilléis. Sólo ha de menester que yo os ayude a buscar de este enriquecedora agua del reino.
-Señor, no me debéis servicio alguno, de vuestro feudo ya estáis lo suficientemente preocupado.
-Sólo los enviados de Dios nuestro Señor saben a quién servir, hermosa plebeya....
El rey ayudó a la joven, recogió su capa de la tierra, se despidieron cordialmente y marchó tímidamente al palacio. Pensó todo el día, toda la noche, y durante unos días más en el deseo de rozar sus manos de fina porcelana. De cortejarla, de conquistarla...Pero no fue lo suficientemente valeroso, el mismo Rey, para volver a acercarse. Pasaron días, semanas, y meses de duda y pesadumbre...
Justamente a los 10 meses, unos hombres bien armados (seguramente guerreros de cruzada) corriendo y haciendo sonar su armadura, se arrodillaron ante él y dijeron muy apurdados:
-¡Señor! ¡Oh, señor...sobre el pueblo ha acaecido la furia de Dios!
-Eh, Aurelius. Tranquilo, no vayas a enfurecer más al Señor y si que te castigo por no hablarle con explicaciones a tu rey. ¿Qué sucede?
-Una matanza, señor, un asesinato...Una joven ha sido acusada bruja, injustamente, y la han quemado por libre albedrío, sin haberlo consultado a la Inquisición...
-¡Rápido, traedme a Sombra Negra-el hermoso caballo del rey-! ¡Cabalguemos, no puede perderse otra alma!
El miedo se olía en la aldea. El aquelarre era reciente, y los huesos de la muchacha, quemados, permanecían sobre la ennegrecida madera.
-Oh, la Gloria le de el Señor-lamentaba el rey- ¿Quién era?
-Una mujer de cabellos negros, de unos 23 años, señor-dijo uno de los soldados-llamada...
-¡Morgana!
Si. Morgana era la joven de la que el rey sin reina había estado abrumando su sueño durante todo este tiempo. Se la han llevado unas llamas, como si mereciese el infierno. Ya no podría hacer nada. Si el rey hubiera tenido valentía de rey, habría disfrutado de ella, le habría prometido vivir toda la Era Media junto a él.
Pero la duda mató a ambos, a uno le dejó sin corazón por dejar a la amada sin vida.
"Jamás" dijo el rey antes de preparar una héjira (donde moriría a los 6 meses) a su pueblo "dejéis de intentar conseguir el corazón de la persona a la que amáis, seáis plebeyos, campesinos, monjes por el amor de Dios el Altísimo...en cualquier momento...la duda os convertirá en la misma ceniza que dejará un basto recuerdo insuficiente."
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